Nos dicen que es mejor no casarse pues eso comporta unas obligaciones (aunque también derechos) que pueden ahogar al más sano. Por lo tanto el ser humano, que necesita siempre vivir en compañía, se junta en pareja como si eso no comportara ninguna responsabilidad. Pero por las cosas que ocurren en la vida, a pesar de haber analizado los pros y los contras para decidirse por el aparejamiento, en lugar de escoger el matrimonio, se hacen compromisos con el banco, con el arrendador del piso, con las compañías aseguradoras y con uno mismo, sin tener en cuenta al otro. Como consecuencia de ese aparejamiento, a veces duradero, se quiere exigir al sistema económico paternalista que tenemos a que resuelva los problemas que inicialmente solo parecía que iban a producirse en el seno del matrimonio.
Por lo tanto en los ordenamientos jurídicos de nuestro tiempo esa famosa pareja de hecho ha pasado a ser regulada por el Derecho. Jurídicamente lo que es de hecho no es de derecho, pero con este nuevo formulismo las parejas que huían del contrato matrimonial ahora están enmarcadas en el capítulo de la Convivencia estable de pareja, y dadas unas circunstancias (vivir juntos sin interrupción más de dos años seguidos, tener un hijo o establecer el compromiso por escritura pública) se convierten en pareja de hecho de derecho.
Todo este enjambre jurídico decididamente ha dado trabajo a abogados, a jueces, a profesionales en general, etc. Y digo yo, al final de la historia los aparejados lo que quieren conseguir es lo mismo que los cónyuges, porque en definitiva es lo bueno, está pensado y escrito hace mucho tiempo, hace muchos siglos por el bien de los cónyuges y el bien de los hijos, ¿por qué entonces no escogen el matrimonio, adquiriendo entre ellos el compromiso, y no con el banco o cualquier empresa de servicios? ¿no es mejor decirle al otro, te amo, me entrego a ti todos los días de mi vida pase lo que pase, ante testigos, y también ante Dios?