Salvo las películas de terror, las de ciencia-ficción, o las históricas, la mayoría de las historias de los films están basados en hechos reales de gente corriente, que es quien va al cine o compra las películas. Los guionistas se sirven de experiencias ajenas o propias que situadas en unos entornos atractivos para el cineasta, nos hace al espectador una ubicación en el mismo lugar. El caso de Walter, nombre del protagonista de El Castor, nos atrapa y a la vez nos inquieta porque te da por pensar en alguien (siempre alguien…) que conoces y que parece que se le parezca. Es un hombre casado hace 20 años, con dos hijos varones, de edad distante y está enfermo.
Se inicia la película cuando Walter está en un estado profundo de depresión y al parecer en tratamiento. Ella, la esposa (la Jodie Foster que su a vez es la que dirige el film) ama a su marido, lo quiere, intenta cuidarlo y comprenderlo pero no sabe hacerlo mejor, se refugia en su trabajo, pues lo que quiere es que su marido vuelva a ser el mismo de antes. Walter lucha, le dice que eso nunca volverá a pasar, tiene un brote de locura que nadie lo valora como tal, y eso le trastornará más todavía, le destruirá y se autodestruirá.
En fin, es una película para comprobar que Mel Gibson también puede ser un actor dramático muy bueno. Según la sensibilidad de cada uno, no se pasa un buen rato pues todas las situaciones puedes entenderlas aunque sabes que desde la butaca no puedes hacer nada por remediar los errores. Así que te quedas allí quieta hasta el final por si es el caso que acabe de otra manera a la que piensas.