¡Qué día tan bonito! es el día de San José. En muchos lugares de España es fiesta, y de las grandes, en otros no. Pero en cualquier parte del planeta para la Iglesia Católica, para los católicos, es una solemnidad, un paréntesis en el rigor de la Cuaresma. San José el castísimo esposo de la Virgen Santísima, nos protege a todos, es nuestro padre supremo en la tierra que intercede por nosotros en el cielo, pues fue el padre para Nuestro Señor Jesucristo; al ser así un modelo de padre para todos, lo celebramos también a nivel familiar con lo que comúnmente se llama El Día del Padre; aunque en ocasión de esto, otros lo hayan aprovechado para aumentar las ventas de muchos productos.
Todos, sin excepción, hemos tenido o tenemos un padre, y junto con nuestra madre, les debemos la vida, por ello dedicarle especialmente un día al año no está de más. Y como no se trata de añadir gastos con un regalo, el mejor podría ser un beso de cariño, y si no se puede dar personalmente se puede enviar por correo electrónico, hacer una llamadita telefónica…
Y cuando la celebración acaba alrededor de una mesa, se juntan las familias, se monta un caos dentro de un orden impresionante, pues además de aquello el nombre de José, Pepe, Josefina, Josefa, Pepa, Fina, etc. en la generación de nuestros padres y hermanos era muy común, y por lo tanto las onomásticas se multiplican. Una cosa muy típica en Cataluña, y de postre de un buen almuerzo, es la “crema catalana”, con versiones, muy parecidas en otras regiones, algo que no puede faltar en esta fecha, y que se ha ido incorporando como común casi a lo largo del año. Por cierto, se acompaña con bizcochos pequeños, o melindros. Lo mejor es hacerla el día antes, dejarla reposar, y antes del almuerzo caramelizar quemando el azúcar que habremos espolvoreado, y nada de utilizar planchas de hierro ni otros utensilios antiguos: hay que usar un soplete de cocina. El nivelazo culinario será de varias estrellas… o de muchos aplausos de toda la familia. Qué rica está!