El Matrimonio es como un melón. Vas al mercado, o a una tienda de confianza, lo escoges, también pides ayuda para que sepas escoger el que está más en su punto, o dulce como a ti te gusta o jugoso y carnoso, no demasiado verde ni maduro…. Finalmente te decides, lo pagas y te lo llevas a casa. Habías pensado en varias recetas, podías hacer crema de melón con un poco de jugo de piña, con virutas frititas de jamón al momento de servir; ibas hacer un cóctel de gambes añadiendo trocitos de melón, o el clásico melón con jamón, o brochetas de fruta de melón, sandía y cereza, etc... Finalmente lo abres, es decir, te casas….Todo aquello que tenías planificado no sale como tu te habías imaginado, es decir el melón tenía un sabor diferente al que había previsto tu imaginación. Pensaste… voy a reunir las rodajas, y lo voy a recomponer para devolverlo a la tienda. Te diste cuenta que era imposible y que era una soberana sandez, así que te conformaste, hiciste la crema, la brocheta, etc. etc…
Esto solo era un símil, la realidad es mucho mejor pues un melón no siente ni ama, no agradece, no besa, no espera, no te cuida, no llora por ti, y todo esto pasa realmente en el Matrimonio. Y dices: Pero los novios también se quieren, se aman, se juran amor eterno, luego al casarse casi nada era como habías pensado, y ya no hay vuelta atrás. Sin embargo, te tigo, con amor, entrega total, esfuerzo, sacrificio y la ¡gracia de Dios! se puede seguir adelante, siempre y para siempre.
Un seguidor de este blog me explicó este ejemplo porque considera que hay que emplear ejemplos gráficos, sintéticos, para que las cosas se puedan entender de forma rápida. Gracias Roger!