Las anécdotas y las experiencias ajenas, los ejemplos y las vivencias de otras personas nos demuestran que a la mayoría de los mortales nos ocurren cosas similares, cualquiera que sea nuestra condición, estado o vocación, de tal manera que llevadas al terreno propio, el de cada uno, nos ayudan a salir de un problema o de un embrollo, con más o menos paz según y cómo la hayamos afrontado. Una anécdota como la que sigue, siendo curiosa y simpática, sobre todo como la describe su autor, haciéndonos sonreír, puede sernos útil en algún momento. Trata de un flamante y guapo alférez y su nuevo caballo*:
“En cierta ocasión -cuenta un amigo sacerdote-, hace ya muchos años estaba pasando una corta temporada de prácticas militares en el pueblo más alto de Navarra. Estas prácticas las hacíamos aprovechando la pausa de nuestros estudios. Recuerdo cuando estaba yo en aquel pueblecito llamado Abaurrea, se presentó allí un alférez nuevo, flamante. Se presentaba al jefe para que le dijera a qué unidad iba destinado. Volvió diciendo que el jefe le había dicho que tenía que ir a Jaurrieta y que, así, como sin darle importancia, le había insinuado que tenía que tomar un caballo e irse en él (...). El nuevo estaba muy inquieto y toda la cena estuvo hablando del caballo, preguntando cosas, pidiendo algún consejo práctico. Entonces, uno de los que había allí dijo:
>>-Tú lo que tienes que hacer es montarte sereno, con tranquilidad y que no se dé cuenta el caballo de que es la primera vez que montas. Esto es lo decisivo (...).
>>Al día siguiente, por la mañana, muy temprano, estaban en la puerta, esperando al oficial recién incorporado, un soldado con su caballo y con otra cabalgadura para llevar la maleta. El alférez montó en el caballo y, por lo visto, el caballo se dio cuenta en el acto de que era la primera vez que montaba, porque, sin más, se lanzó a una especie de pequeño trote, con cara de alarma del alférez. El caballo se paró cuando quiso, y se puso a comer en uno de los lados de la carretera... por más que el alférez tiraba de las riendas inútilmente. Cuando el caballo lo creyó oportuno, se puso de nuevo a caminar por la carretera y, de cuando en cuando, se paraba; luego daba un trotecito, mientras el jinete miraba a los lados, con cara de susto. En esta situación venían en dirección contraria un equipo de Ingenieros que estaba enrollando un cable, para un tendido de luz. Y entonces los del cable le preguntaron:
>>-¿Tú, a dónde vas? Y dijo el jinete con gran verdad y con una filosofía verdaderamente realista:
>>-¿Yo? Yo iba a Jaurrieta; lo que no sé es dónde va este caballo...”
*Meditación del lunes de la 29 semana del tiempo ordinario, de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal.
El cuadro es de Goya.