Cuando nos hablan o leemos cosas de santos, nos puede venir a la cabeza que en su vida mortal hayan sido, en caso de varón, sacerdotes, frailes, Papas... o en caso de mujer, monjas, en decir, clérigos o religiosas. Sin embargo, el santoral, es decir, aquella lista de personas que la Iglesia ha oficializado como santas, está llena de laicos y laicas, de bautizados que no han sido consagrados o no han tomado los hábitos, ni llevan alzacuellos. Incluso, en el santoral podemos encontrar hombres y mujeres que han llevado corona y que han sido esposos y esposas ejemplares, como lo fueron Santa Isabel de reina Hungría, Santa Isabel de reina Portugal o San Luis rey de Francia.
Luis IX fue uno de los numerosos hijos de Luis VIII y Blanca de Castilla. Fue educado por su madre, ante la pronta muerte de su padre, en la piedad y en la mortificación, en el dominio de sí y en la castidad, todo ello limó su carácter violento y le hizo un hombre prudente, valiente, y defensor de la Iglesia Católica. Su madre, le escogió esposa entre una de las tres hijas del Conde de Provenza. Su matrimonio se celebró al día siguiente de conocerse y verse cara a cara, el 27 de mayo de 1235. Fue una matrimonio convenido políticamente, pero resultó un matrimonio de amor que duró muchísimos años, hasta el día del traspaso de Luis IX, el 25 de agosto de 1270. Se sabe que ambos se esforzaron en quererse; Doña Margarita le acompañó en sus Cruzadas, motivo por el que sus once hijos nacieron en diferentes lugares de Francia, Egipto y Tierra Santa. Luis IX de Francia hizo grandes obras de caridad con los pobres y leprosos, mandó construir monasterios y la bellísima “Sainte Chapelle” de París, pensada como un joyero para albergar un numeroso relicario; hoy en día se conserva como una obra arquitectónica del gótico radiante francés y puede ser visitada y contemplada.
San Luis dejó un testamento espiritual profundo y conmovedor, dirigido a su sucesor Felipe III el Atrevido, por el que le animaba a que fuera un rey santo, amado por Dios y por su pueblo. A la muerte de su vida ejemplar, corrió por toda Francia su fama de santidad. Su canonización fue rápida, el 11 de agosto de 1297. A pesar de los siglos, el 25 de agosto, muchos Luises y Luisas siguen celebrando en ese día su onomástica.