A pesar de que no esté muy de moda casarse, las parejas se siguen casando, gracias a Dios. Yo siempre pienso que si un hombre y una mujer deciden casarse, aunque solo sea por la vía civil, hay que dar tiempo al tiempo pues cada alma va a su paso, pero siempre con el apoyo de nuestra oración más de una pasará por el altar. Sin embargo, lo que es deleznable es que la ceremonia de la boda “parezca” religiosa y luego se trate de teatro.
Esto es así porque ya forma parte de las propuestas de algunas empresas que organizan bodas (ya sean restaurantes, catering o de otro tipo) que ofrezcan a los novios no solamente una variedad de menús gustosísimos, ornamentos florales magníficos, músicos, bailes y bailarines…, sino también actores que se disfrazarán de sacerdotes “para que todo parezca más real”.
En estas cosas se encuentran nuestras parejas en este país paganizado que no solo rechaza a Dios, sino que lo recrea en un escenario burlándose ¿de quién? ¿Quizá de Dios mismo? ¿de los invitados para que se crean lo que no es cierto?… Creo que es de una hipocresía gravísima ofrecer ese servicio por parte de las empresas organizadoras del acontecimiento pues todo ello resultará una gran mentira porque a los novios no los casará nadie con poder para ello, ni civil ni eclesiástico, y por lo tanto será una farsa, ni se casan ni se embarcan, será una boda sin compromiso dado, ni siquiera entre ellos mismos porque conocen de antemano que su celebración es una pantomima. Por otra parte, si una pareja realmente lo que quiere es una celebración pública con todo el montaje, que haga lo que quiera, pero para ello no son necesarios los actores disfrazados de sacerdotes, que los actores se disfracen de lo que sea y que no se burlen de los sacerdotes, que son hombres consagrados y ordenados para ser Cristo en la tierra, y esto sí que es real y verdadero.