El perdón es un acto de humildad
muy grande y uno de los más difíciles de acometer, porque no solo se trata
de expresar que perdonas sino que además olvidas, y limpias todo tipo de
rencor. Para los católicos corresponde también acudir al sacramento de la confesión. Es fácil
pedir perdón si le pisas a alguien un pie en el metro o si has hecho mal tu
trabajo y el jefe te corrige. Pero es difícil perdonar si tu esposa ha cometido
adulterio, o tu marido ha vaciado la cuenta corriente en juegos de azar. Podríamos,
cualquiera de nosotros, poner muchos ejemplos de las veces que hemos pedido
perdón a… nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros amigos… pero quizá
tengamos una lista más larga todavía de las veces que nos hubiera gustado que
nos hubieran pedido perdón a nosotros. Sin embargo, el perdonar es un trabajo
diario de amor y generosidad constante, no se consigue solo con nuestras
fuerzas. De otro modo, mellará en nuestro corazón un sentimiento de rencor y
venganza inmensos y poco a poco nos sentiremos más infelices y seremos más
crueles. En todo esto pensé cuando leía la trágica historia del rey Pedro I de
Portugal, del que se visita su tumba en el monasterio de Alcobaça (Portugal); está enterrado
frente a su amada Inés de Castro, el cual creía que al momento de la
resurrección de los muertos lo primero que vería sería el rostro de Doña Inés.
No obstante, el amor a Doña Inés
le llevó a una vida turbulenta y llena de crímenes. El rey Alfonso IV (S. XIV) escogió
esposa a Don Pedro, la infanta de Castilla, Doña Costanza. Ya casado se enamoró
de Doña Inés, una mujer de la corte y dama de compañía de su esposa. En vida de ésta, Don Pedro y Doña Inés
tuvieron cuatro hijos. Así que cuando Doña Constanza murió, se casaron en
secreto pues el rey Alfonso IV pretendía que Don Pedro se casase de nuevo pero con
otra mujer. Como el rey no aceptó el matrimonio de su hijo, mandó asesinar a
Doña Inés. En un arrebato imparable de ira, Don Pedro inició una guerra contra
su padre, motivo que provocó la división del reino de Portugal. Los embates
siguieron hasta que murió de viejo el rey Alfonso. Por derecho propio, Don Pedro,
llamado ahora Pedro I le sucedió en el trono. Lo primero que hizo fue buscar a
los asesinos de Doña Inés y la vengó: aún vivos los asesinos les hizo sacar los corazones,
uno por el pecho y otro por la espalda y luego los hizo quemar. A continuación,
mandó desenterrar a Doña Inés, el cuerpo lo puso en un trono y toda la corte
tuvo que besarle como reina la mano a la difunta….
La historia de la venganza está
repleta de más actos crueles, pero aquí nos quedamos. Don Pedro vengó a su
amada, pero nunca fue feliz, y está por ver lo que verá el día de la resurrección
pues para todos es un misterio.