Y en este mes de diciembre, bastante frío, nos vamos a
encontrar con el dilema de siempre: la sobriedad propia del tiempo de Adviento
que para los cristianos es un tiempo fuerte penitencial, frente al constante
reclamo del gasto que se ha asociado a las fiestas navideñas. Nos va a costar
mucho no comprarlo todo pues con tantas luces, ofertas, brillos, guirnaldas y
tal y que cual, seremos unos campeones si no nos pasamos del presupuesto que
nos hayamos marcado. Además vamos a celebrar la llegada de san Nicolás el día
6, que ya ha salido de España para dirigirse a los Países Bajos, especialmente
Bélgica, pues este santo es quien regala a los niños belgas los juguetes y las
ilusiones; en España se queda una representación del santo para la comunidad
belga-española. El día 8 celebraremos, con mucha alegría, el dogma de la concepción Inmaculada
de María, patrona de España, aquí fue donde hace siglos surgió, preferentemente,
esta devoción a la
Virgen Santísima. Ya hemos celebrado san Francisco Javier,
seguirá santa Lucía y más adelante el protomártir san Esteban y los Santos
Inocentes. Pero sin lugar a dudas la segunda gran fiesta cristiana es el
Nacimiento de Nuestro Señor (la primera es la Pascua de Resurrección) el día 25 de diciembre, fiesta universal
y planetaria, que coincide con el solsticio de invierno.
Así que si en estas próximas cuatro semanas vamos a una iglesia
católica, y el sacerdote está celebrando la santa misa, no nos va a sorprender
que el revestimiento sea de color morado, y no porque estuviera celebrando una
misa de difuntos o te hubieras aerotransportado al tiempo de Cuaresma. El tema
es que el color litúrgico del Adviento es también morado porque es el color de
la penitencia, ese color que nos recuerda el dolor, tan sencillamente como el
color que se pone aquel ojo que ha recibido un golpe, o la pierna... Sí , sí! ese
mismo color que nos hemos visto más de una vez en nuestro cuerpo. Por ello, el
Adviento al ser un tiempo fuerte para la sobriedad, quizá nos hará más daño
pasar de largo los bellos escaparates sin comprarnos un montón de cosas que
nos enamoran, que un golpe en la misma espinilla, Aysssssss!