El divorcio se ha
instalado como una solución a corto, medio y largo plazo, es decir, para
cualquier momento. No se produce solamente en matrimonios jóvenes, es decir, de
poco tiempo de relación conyugal, la ruptura se da en todas las edades
matrimoniales. En ocasiones ocurre que los cónyuges se no han acabado de
adaptar o habían pensado que el matrimonio es como aquella película de
Hollywood tan divertida y tan simpática que vieron el día que decidieron
contraer matrimonio.
Todos conocemos
parejas que por un motivo u otro se han roto. Sin embargo también
experimentamos a nuestro alrededor que hay parejas que uno de los dos vive en
la trinchera, le va pasando por encima de la cabeza los obuses, los
disparos, las bombas de mano, las ametralladoras, y consigue de un modo u otro,
sobrevivir. Pero llega un día que se le acabaron las municiones para resistir,
y mientras el enemigo duerme, se va
al supermercado... y no vuelve, y nunca más se supo. Y de repente el supérstite matrimonial no comprende
nada. En este sentido hemos de decir que la resistencia a ultranza no es buena
para nadie, ni tampoco para el matrimonio. Si no se consigue nada hablando,
dialogando, o con cenas románticas, si has probado con un camisón nuevo y
despampanante! y nada, hay que pensar que es necesario la ayuda de un
profesional, antes de ir a por tabaco y no volver.....
Muchas veces nosotros
mismos no sabemos ni podemos resolver nuestros propios problemas, y antes de
cortar la mano como si estuviera gangrenada y sin remedio, tendríamos que
localizar un conciliador familiar católico. En las oficinas de las diócesis es
posible que nos orienten, o a través del párroco de la parroquia a dónde
acudimos habitualmente. También es interesante acudir al urólogo, los hombres,
y al ginecólogo, las mujeres, pero en ambas visitas ir el matrimonio junto
porque en muchos casos las disfunciones sexuales provocan alejamientos en la
relación conyugal, y muy bueno que tanto el esposo como la esposa sepan y
entiendan lo que está ocurriendo. En definitiva poner voluntad para arreglarlo,
antes de seguir en una dolorosa y cruel trinchera o desaparecer para no volver.
En cualquier caso, el perdón individual y mutuo será imprescindible.