Recientemente en España, y haciendo uso de la libertad de
conciencia, el Ministro del Interior, señor Jorge Fernández Díaz ha expresado públicamente lo
que muchos católicos también manifestamos, motivo por el cual el
secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal ,
Juan Antonio Martínez Camino, manifestó el día 5 de marzo de 2013, que el
reconocimiento del matrimonio homosexual en España ha dado un paso atrás, al no
garantizar por ley, la especificidad de la unión conyugal entre «esposo y
esposa, entre padre y madre».
Parece que venimos diciendo esto en repetidas ocasiones pero
lo que parece evidente también es que cuando lo expresamos no tengamos derecho a hacerlo, haciendo uso de nuestra libertad de expresión y de conciencia. Así que a pesar del spam que va a recibir este blog, torpedeado diariamente con un
bucle asqueroso de virus viagrero,
clamamos de nuevo, que el Matrimonio, considerado éste la unión entre un hombre
y una mujer, está desprotegido legalmente por su igualación con las uniones
entre homosexuales, es decir, entre personas del mismo sexo, uniones en
si misma estériles.
Esto es tan cierto como natural. Dos mujeres entre si no
pueden fecundarse, y dos hombres entre sí no pueden fecundarse. Los coitos
anales no fecundan y los fregamientos de clítoris tampoco, por lo tanto no hay
que ofenderse ni echarse a llorar como víctimas de un drama social porque por
mucho que se insista esas uniones nunca serán fecundas y el matrimonio natural
entre hombre y mujer sí que lo es. A la vista está el mundo, pues todos sus
habitantes han nacido de mujer fecundada por un hombre. Las parejas
homosexuales, solo en algunos casos, sienten esa necesidad de la maternidad o
de la paternidad y tienen que recurrir a artificios de fecundaciones in vitro,
o vientres de alquiler, o cosas por estilo, basadas en la artificialidad y lo
que es artificial no es natural. Desgraciadamente, también estos métodos se
utilizan en parejas heterosexuales.
Por ello, no ha de extrañar que la voz de
los miembros de la
Iglesia Universal , hombres y mujeres católicos, ministros o
gente de a pie, insistamos en que las diferencias entre el matrimonio y las
uniones homosexuales son abismales. Pero como somos europeos hasta en los
errores, nos parecemos y lo mezclamos todo, perjudicando a unos y engañando a otros. No se le
hace ningún bien, presente ni futuro, decirles a los homosexuales que sus
uniones son iguales a los que estamos casados. Eso es engañar, porque cada
colectivo tiene sus problemas y sus necesidades, y hay que afrontar y proteger,
en la medida de lo posible, a cada cual, y no indistintamente, sino
distintamente.
Bien ha estado, que el portavoz de la Conferencia Episcopal
Española haya vuelto a recordar que efectivamente al
desproteger legalmente y socialmente el matrimonio tal cual es, entre hombre y
mujer, ha tenido y tiene muchas consecuencias y entre ellas, el descenso de la natalidad. Y no es
que sea un comentario recurrente, es una realidad que está estudiada con
resultados evidentes surgidos de estudios sociológicos emitidos por entidades
públicas y privadas de muchos países del mundo.
Así que no se trata de un discurso
demagógico, es un alzar la voz ante resultados empíricos que no ofrecen ninguna
duda. Y si se protege el matrimonio natural, entre hombre y mujer, en ningún
caso ha de suponer que se ofenda o se margine a las uniones de personas del
mismo sexo. Estamos ante una situación de alarma social en la que índice de
natalidad en Europa es tan bajo que dentro de unos años no se sabe quién cuidará
a quién ni quien trabajará para levantar el país.