El próximo domingo,
día 24 de marzo, se celebrará litúrgicamente el Domingo de Ramos, día en el que
se rememora la entrada de Jesús en Jerusalén, prefacio de la semana de su pasión,
crucifixión y muerte, tal como leeremos y escucharemos a lo largo de la celebración
de la santa misa. Es una fiesta en la que tradicionalmente se reúnen las
familias de tal manera que tanto creyentes como no creyentes acuden a los
templos con palmas, palmones y ramos de árboles propios de cada lugar, para
aclamar al Señor. Es un día de júbilo en el que los no creyentes participan
incluso de forma activa sin conocer del todo bien el gran mensaje de fe que
todo ello significa. Sin embargo, como ha dicho recientemente el Papa
Francisco, tanto los creyentes como los que no creen, somos y son todos hijos
de Dios.
Será un día en el que si
tenemos la gran providencia de tener cerca a nuestro marido, hijos, nietos, y
otros familiares, pienso que nos hará mucha ilusión esmerarnos en preparar el
almuerzo, dentro de la sobriedad que merece el preludio a la semana santa, pero
intentando complacer los gustos de unos y de otras para hacer felices a todos
en un día tan bonito. Adornaremos la mesa y el comedor con flores pues la
explosión de la primavera ha empezado hoy, y llenaremos de alegría nuestro
corazón pues a nuestros hijos siempre hay que dejarles las puertas abiertas
para que vayan a casa de sus padres sin temores, que en la medida de lo posible
gocen de un hogar familiar luminoso y alegre por el buen ambiente en el que se
vive, sin discusiones y sin tensiones absurdas.
Y a modo de recuerdo
infantil, cuando yo era pequeña era muy típico que en el día de Ramos se
estrenará un vestido o alguna pieza de ropa de primavera, una chaquetilla, un
sombrerito, algo de fiesta para llevar los domingos. Claro! que de entonces ahora
han pasado muchos años, así que es probable que con el cambio climático en lugar de
gozar de un día un poquito caluroso, llueva o haga frío. En cualquier caso,
podremos estrenar algo: un nuevo corazón lleno de generosidad.
*En la foto: la entrada a Jerusalén, en Tierra Santa (Israel)