A los cardenales no les ha costado
decidirse, y lo que tanto deseábamos ya lo tenemos. Un Papa comunicador que ha
mirado sin aspavientos ni movimientos de ningún tipo al pueblo que le aclamaba,
deseoso de conocerle.
Ha esperado a que acabase el himno del Vaticano y
enseguida nos ha puesto a rezar por el Papa Emérito, a rezar por él, y por
todos nosotros, la
Iglesia Universal. Y lo nunca visto en el balcón del Vaticano:
Su Santidad Francisco I se ha arrodillado. Millones de personas hemos seguido estos momentos desde todas partes del mundo.
Su piedad nos ha conectado y todos
nosotros nos hemos sentido unidos a él por medio de la oración elevada a Dios
mismo. ¡Gracias! Por venir de Argentina para evangelizarnos.