En el santoral de la Iglesia Católica
podemos encontrar infinidad de nombres de hombres y mujeres de los que se ha
constatado que a lo largo te su vida han vivido con heroicidad las virtudes
humanas y la
teologales. En el caso de mujeres santas, cuando buscamos sus
imágenes en muchos casos las vemos vestidas de monjas, con el hábito pertinente
de la orden religiosa en la que ingresaron y en la que se comprometieron con
los votos de pobreza y castidad. Sin embargo, y esto es lo interesante, antes
de tomar el hábito habían sido esposas y madres, habían vivido penalidades
económicas, destierros o guerras, y problemas del mundo como cualquier esposa, pero al enviudar, se retiraron a hacer oración, ensambladas para siempre con
Jesucristo. Por eso la lectura de la vida de los santos nos acerca a la
realidad de que se puede vivir la santidad en la rutina de cada día en el
estado de un laico normal y corriente. Pues a pesar de tomar el hábito, al enviudar
en los casos que cito a continuación vivieron la santidad antes de casarse, en
el matrimonio y en la viudedad.
Vemos
pues que santa Joaquina de Vedruna (Barcelona – España, 1873-1854) se casó a los
16 años, tuvo 9 hijos, muchos nietos y a los 33 años enviudó. A partir de esa
fecha entró a formar parte de la orden Carmelitas Calzadas y a los 47
años fundó la Comunidad de las hermanas Carmelitas de la Caridad; al morir a
los 71 años había fundado conventos, escuelas y hospitales en diversos sitios
de España. Se puede decir que fue una santa emprendedora y una gran
mujer de oración.
Santa Rita de Cascia, (Cascia-Italia, 1381-1457) conocida en el mundo como la patrona de los imposibles, y de la que se hizo una película biográfica muy digna (2004), también se
casó muy joven con un hombre que formaba parte de una de las dos familias
rivales de la región, tuvo dos hijos varones, gemelos, que murieron de peste, después
de conseguir a base de mucha oración la paz en la
región donde siempre había peleas entre dos familias, al enviudar entró
milagrosamente a formar parte del convento de Santa María Magdalena de la orden de san Agustín, en Cascia (Italia). Allí vivió hasta los 76 años, sufriendo los estigmas de Jesucristo, entregada a la oración y a las más exacerbadas penitencias.