En medio de una campaña de arcoiris, carrozas, diversión y
armarios, en Rusia están aplicando el sentido común de la ley natural. A modo de resumen de las noticias más recientes, comentamos que el
pasado 3 de julio de 2013 el presidente ruso, Vladímir Putin, promulgó una ley
que prohíbe la adopción de niños rusos por
parte de homosexuales extranjeros y
de solteros procedentes de países donde son legales las uniones entre personas
del mismo sexo. La ley había sido aprobada
unánimemente a finales de
junio de 2013 por ambas cámaras del Parlamento ruso. Con ocasión de la reciente
cumbre Rusia-Unión Europea, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, impulsor de
la iniciativa legal, ya adelantó que promulgaría dicha prohibición si la Duma
le presentaba la correspondiente iniciativa de ley. Rusia ha advertido que,
antes de firmar nuevos acuerdos bilaterales de adopción con ciertos países,
tendría en cuenta si estos han aprobado por ley el matrimonio homosexual.
España, es el
tercer país que adopta más niños rusos tras Italia y Estados Unidos, y donde
están permitidas las uniones homosexuales. A su vez, el Gobierno ruso se
propone retirar la licencia a las agencias de adopción internacional que
formalicen la acogida de un menor ruso por parte de una familia homosexual o de
personas con una orientación sexual no tradicional.
Además, la nueva
ley simplifica el procedimiento de adopciones al rebajar de 30 a 10 días el plazo de
entrada en vigor de la decisión judicial y reducirá el número de enfermedades
que impiden a una pareja adoptar a un niño. También incrementa de 13.000 rublos
(400 dólares) a 100.000 rublos (unos 3.120 dólares) el subsidio por cada niño
que el Estado concederá a las familias que acojan huérfanos inválidos o mayores
de siete años.
Rusia aprobó también una controvertida ley que prohíbe la
propaganda homosexual entre los menores de edad, que este colectivo considera
que es una excusa para impedir la
celebración de las marchas de orgullo gay.
Todo esto me produce una buenísima sorpresa, pues un país como
Rusia que proviene de una revolución comunista, arraigada por varias
generaciones, y tras guerras y batallas después de cien años, en el siglo XXI,
nos sorprende con una ley que defiende la ley natural, basada en los designios
de Dios al crear el mundo. No hay, pues, que perder la esperanza, por el bien
de todos.