Si en el
noviazgo se sabe que él o ella no quiere tener hijos, por el hecho de casarse
la persona no cambiará, será una adicta a los anticonceptivos y a los preservativos.
Si antes de casarse, él o ella son violentos, insultan o pegan, por mucho que después
pidan perdón, el matrimonio se convertirá en un calvario y en un sometimiento,
hasta la anulación de la
personalidad. Si antes de casarse no le negaste nada y la
relación sexual funcionó a demanda, después de casarse no se podrá esperar que
se aguante por algún motivo por el que no se aguantó de novios. Si antes de
casarse, y erais novios, él tonteaba con otras chicas, o ella con otros chicos,
después de casarse, pasará lo mismo o más, y pondrán en peligro, al máximo, la
fidelidad conyugal, incluso hasta romperla. Si antes de ser novios ella ya
tiene un vestido de novia colgado de la puerta de un armario, no lo dudes, ella
va de cacería. Si antes de casarse, él o ella, son manirrotas, no hay que esperar
que luego sepan ahorrar por el bien de la familia. En fin podríamos citar de forma
inacabable los ejemplos y las cosas negativas que se descubren en un noviazgo, pero quedan para la reflexión.
En definitiva,
el noviazgo no es solamente un periodo de tiempo en el que los novios sienten
unas ganas terribles de abrazarse, besarse, de estar incansablemente juntos, de
vivir las horas y los minutos sin ver pasar el tiempo, sino que además es un
periodo de darse al conocimiento mutuo, es un período de tiempo para menos
cama y más sofá y para asistir juntos a cursos de preparación matrimonial.
Y si llega ese punto en el que descubres eso que te da miedo, te propone
dudas, eso que te asusta, te incomoda, no pienses en que “cambiará”.
Lo mejor es cortar, cortar del todo y para siempre. Es mejor ese mal trago que
un divorcio pues el divorcio es un drama, un desastre para cada uno de los
contrayentes y un mal para el bien común de
la sociedad.