En estos, días los cristianos y también todas aquellas
personas de buena voluntad, nos hemos unido a las jornadas de oración por la paz
que ha convocado el Santo Padre Francisco. Desde nuestro domicilio o trabajo,
desde nuestra vida corriente de familia, podríamos creer que no podemos hacer
nada para frenar la guerra en tantos lugares donde ahora mismo sigue su fuego como
en el Sudán, Afganistán, Egipto … Siria. Allí, familias enteras día tras día
quedan destrozadas, los hijos pasan a ser huérfanos de padre o madre o de los
dos, los matrimonios se rompen por el dolor, la sangre y el odio a causa de los
efectos crueles de los bombardeos, de los ataques indiscriminados, del pillaje,
las violaciones, entre otros actos deleznables.
Y aunque sabemos que
las guerras comportan destrucción a todos los niveles, seguimos discutiendo sin
llegar a ningún sitio. Esto pasa en el seno de las familias, de aquí y de todas
partes. Las discusiones en ocasiones han sido provocadas por pequeñas tonterías
y acaban en rupturas matrimoniales, los hijos que se van de casa, las familias se deshacen, los hermanos y padres que no se hablan, etc. Así que a un nivel de
más alcance geográfico y de superiores consecuencias económicas y políticas, las conclusiones a la falta de diálogo y a los delirios imperialistas, nos influyen y
nos alteran a millones de personas y familias. Además, a fecha de hoy, el
enemigo, por ponerle un apelativo, no tiene frontera, lo hemos visto en
numerosos atentados en diferentes ciudades muy características. De manera que
este nuevo pánico que están creando los gobernantes de diferentes países con el
fin de demostrarnos de qué son capaces, nos coge a la mayoría de ciudadanos de
los diferentes países implicados en un estado de no saber qué hacer para frenar
esta nueva carrera armamentística.
No se a qué enemigo se quiere atacar en Siria pues los dos
bandos son musulmanes y al parecer es difícil distinguir cuál de los dos es
menos malo, sin ánimo de molestar. Pero como en este blog no somos tertulianos
de temas políticos, ni especialistas en el comercio de armas, ni analistas
económicos, pues solo somos ciudadanos corrientes, como hemos dicho, nos hemos
unido a las jornadas de oración por la
paz porque los hombres y las mujeres, solos, no sabemos hacer nada sin Dios, tenemos que
pedirle su ayuda para todo. Por ello no hay que preocuparse porque no
podamos hacer nada en el frente específico para evitar la guerra. Vamos a ocuparnos en una
cosa que realmente es un arma, vamos a llenar nuestra vida de oración, no solo en esos momentos que dedicamos a dialogar directamente con el Señor, a escuchar la
santa misa, a rezar el rosario: todo nuestro trabajo
cotidiano, tanto el doméstico, que es muy importante, como el profesional, vamos a
convertirlo en oración.
Como decía D. Alvaro del Portillo, Siervo de Dios y en proceso de beatificación: “Recemos, trabajemos y permanezcamos en paz”.
Como decía D. Alvaro del Portillo, Siervo de Dios y en proceso de beatificación: “Recemos, trabajemos y permanezcamos en paz”.