Se explica la historia de una mujer que tenía
en su casa un piano, ella lo tocaba con mucha frecuencia, y con mucha
insistencia. Ocurrió que un día oyó que sonaba el timbre de su casa, desde la calle. No esperaba a
nadie, no solía tener visitas. Así que sorprendida, acudió al recibidor de su
casa dándole vueltas, y pensando en quién podría ser. Estuvo tentada en no
contestar. Finalmente descolgó el interfono y dijo:
- ¿Quién es?
Una voz ronca y de hombre le respondió -Soy
el afinador de pianos.
La mujer se quedó más sorprendida todavía, y gritó ¿Cómo?,
¡si yo no he avisado al afinador!,
Aquella voz le habló, con una sonrisa en los labios imperceptible
para ella, diciendo:
- Sí señora, usted no lo ha hecho, pero los
vecinos ¡SI!
Y efectivamente, no llamamos al afinador.
Pero no esperemos a que alguien lo haga por nosotros. Hemos de tener en cuenta
que nuestra vida, es decir todo aquello que hagamos, tiene repercusiones buenas o malas hacia los demás. Siempre reciben las consecuencias más inmediatas, los que están más cerca, nuestro esposo (esposa, en el caso de ellos), los hijos, otros familiares,
vecinos, compañeros de trabajo… Todos somos responsables de las almas que nos
rodean, para bien o para mal. Si sobreabundamos en vida interior,
nuestra repercusión hacia los demás será más buena. Y para ello hemos de REZAR,
y eso no significa haberse santiguado ayer…sino cada día, y hacer una ratito de
oración, leer el Evangelio y también algún libro espiritual o de vida de
santos, rezarle a la Virgen santísima un rosario, y por supuesto oír la santa
misa. Todo eso nos hará crecer en vida interior.
Y además cuando recemos por
los demás, decir los nombres, sus propios nombres. En el Matrimonio, el nombre es el de nuestro marido, ese es el
nombre básico de nuestra vida, e ir añadiendo todos y todos los nombres de los
demás. Pues rezar no es un complemento, es el fundamento de nuestra vida para
llevar almas a Dios, pues lo que realmente queremos es llegar al Cielo y encontrarlas a todas!