La gata sobre el tejado de zinc,
obra predilecta de su autor Tennessee Williams, fue llevada al cine en el año 1958 (USA) con gran éxito, como ya sabemos. Sin embargo a pesar de que su estreno se
produjo en aquella fecha, 56 años después, los temas que desarrolla son los mismos temas de siempre, es de decir de hoy mismo, la
codicia, el egocentrismo, el amor, el cariño, el respeto, las envidias, los
bienes y las herencias… todos esos temas que unen, y a la vez desunen con gran
dolor.
La película, que hemos vuelto a ver recientemente, nos mete en
un cine que no está de moda, pues no hay efectos especiales, no hay carreras de
coches, ni policías ni ladrones, ni futuros ni fines del mundo. Es la clásica
película con un fuerte y un auténtico diálogo, en el que en muchas ocasiones te
quisieras entrometer para ayudar o aclarar algunas cosas, como si tu ya las hubieras
vivido.
El guión de la película, desarrollado con gran carácter y fuerza gracias al elenco de los actores, nos
sitúa en un sofá en medio del salón, o en una silla del trastero o tal vez en
una butaquita de una de las habitaciones, lugares donde transcurren los
acontecimientos. Tiene gancho, te invita a escuchar y seguir toda la discusión
familiar, muy acalorada, con todos sus elementos, ataques, insultos, faltas de
caridad constantes, desconfianzas, frustraciones, ausencias de diálogo, etc. No obstante, a pesar de todas las cosas, cada
personaje evoluciona hacia donde su corazón, y en su fondo, quería ir. El
patriarca, enfermo al fin, lo que quiere saber es lo que le ocurre a su hijo,
alcohólico; el hijo lo que quiere de verdad es que su padre le de cariño en
lugar de un montón de acres de tierra; la esposa de éste lo que quiere es que
su marido la escuche y vuelvan amarse como el primer día; la esposa del
patriarca quiere olvidar siempre y no escuchar, como si nada hubiera pasado; y
el otro hijo, el que parecía más fiel, lo que quiere es heredar los acres de
tierra. Intereses creados y personales, buenos y malos, ruines o altruistas,
toda la humanidad entera metida en esos personajes.
No obstante, no se trata solo de
una discusión encendida, pues cuando casi todo parece perdido, se produce una
inflexión llena de esperanza, como ocurre en muchos casos en el seno de las
familias: más de uno le da al otro una nueva oportunidad de volver a empezar la
relación de amor y cariño que todos desean, empezando por algo muy importante:
perdonando.
Sin lugar a dudas el guión de un
novelista en boga, unos actores en su espléndida belleza y profesionalidad, y
otros actores aunque secundarios realmente poco secundarios, hicieron de esta
película un documento para la historia. Incluso hoy, 56 años más tarde, es
recomendable, para adultos ávidos en un
tipo de cine para la reflexión y con espíritu de mejora.