
Todo parece indicar
que se trata de un secuestro. Y tiene al borde de la desesperación a tantísimas
familias como el conjunto de pasajeros que en aquella ocasión habían decidido
ir a Pekín, y también a las familias de la tripulación que estaba en ese avión
por razones de trabajo. Es gravísimo un hecho como éste, es deleznable si
finalmente se confirma que ha sido un secuestro, el cual ya ha cumplido más de
diez días, y oficialmente no se sabe quiénes los han realizado ni qué
quieren. Se trata de un sin vivir para los que están a saber dónde, y
otro calvario para las familias que están a la espera de un atisbo de
conocimiento de lo qué está pasando.
Nos apura pensar que
se trate de un crimen tan grave como el de retener a tantos seres humanos a
cambio de algo que no se sabe de qué se trata. Preferiríamos equivocarnos en
esta reflexión común de los medios de comunicación y que surgiera la noticia de
un malogrado accidente o de un aterrizaje forzoso para evitar lo peor. Sin
embargo no hay nuevas informaciones en las últimas horas que digan otra cosa.
Ahora, también, es importante tener
confianza en Dios, y rezar por esas familias, ya destrozadas, por no saber
dónde y cómo están sus seres queridos. Rezar por las 239 personas, que de momento
están desaparecidas en el espacio aéreo. Rezar por la paz, pues si se trata
realmente de un secuestro, que éste se resuelva de una manera diplomática. Y al
hilo de lo que hoy ha dicho el santo padre Francisco en Santa Marta, ser
misericordiosos pues la misericordia es el camino de la paz en el mundo.