Aquello
que nos une a nuestros parientes ascendentes, podemos reflejarlo en nuestro
color de ojos, la manera de andar, la tendencia a ciertas enfermedades, el
sentido musical, y muchísimas cosas más que los científicos tienden a explicarnos,
y, a veces o según las temporadas aciertan. Pues no hay nada más cambiante que la ciencia. Sin embargo,
un documento gráfico y/o digital nos da la descripción visual perfecta de
quienes nos precedieron. Pues recogiendo una expresión muy repetida: una
imagen vale más que mil palabras. Por ello, no hay documento más bonito
para recordar que una foto de familia. En ese sentido, yo conservo una de las
fotos que más aprecio. En ella aparecemos 4 generaciones por la línea materna:
mi bisabuela, mi abuela, mi madre y yo, que en la foto contaba unos 2 o 3 años
edad. El buen ocurrente del recuerdo fue mi abuelo materno. Este detalle
personal me lo ha evocado una foto que me ha enviado uno de los colaboradores
de este blog, en donde pueden verse 6!!! generaciones de mujeres. Es una foto
magnífica pues el contenido es maravilloso, una familia unida por unos lazos
que se iniciaron hace muchos años y se han seguido conservando, a pesar de las
grandes dificultades que muy probablemente habrán tenido que afrontar.
En la
medida de lo posible, no hay que desaprovechar la ocasión de plasmar esa
imagen, si no para siempre, sí para las generaciones venideras. Gracias a ella,
conocerán sus antepasados. Saber de dónde se proviene es un deseo natural muy
íntimo, pues el conocimiento de la propia genealogía nos ayuda a arraigarnos a
nuestra familia y a nuestro entorno social. Y aunque en la foto solo haya
mujeres, intuyo que algún marido de las presentes habrá sido el ocurrente captador
de la foto como lo fue mi querido abuelo.