Qué
complicado es sentirse alegre cuando las cosas van mal, cuando se tienen
problemas, cuando uno se ve como un desgraciado. Sin embargo la alegría de
verdad no la dan las cosas o las circunstancias favorables, pues no hemos de
estar alegres por lo que nos pasa sino por lo que nos ha pasado. Y hoy ha sido
el día en el que hemos celebrado la Resurrección de Jesucristo. Eso es lo que
realmente nos ha pasado, de ahí hemos de beber la alegría, pues es la pascua
para nuestra alma, la redención de nuestras faltas y pecados.
Una
manifestación dulce y deliciosa de estos días de Pascua es regalar huevos duros pintados o de chocolate, o incrustados en un mazapán, o en cestitos con
florecitas… El origen de esta costumbre viene de muy antiguo, y como tal tiene
muchas versiones. Una de ellas es: Se dice que en el antiguo Egipto se
explicaba que un conejito estaba muy cerca del sepulcro donde resucitó
Jesucristo y como no podía hablar y explicar lo que había visto repartía los
huevecitos que se encontraba.
Una monada de historia que nos invita, una vez más, a
explicar la belleza de la Pascua.