En cierta ocasión, con una señora
que conozco desde hace muchos años y a la que
quiero muchísimo, salí una tarde
a tomar un café. Me comentó su plan diario.
Ella había dejado de trabajar
cuando se casó para dedicarse a su marido y a su familia, lo cual está muy
bien, pues fue una decisión del matrimonio y de común acuerdo, tal cual se han
de hacer las cosas. Sin embargo dada su posición económica y al haber tenido
sólo dos hijos, su horario era muy holgado y prácticamente podía hacer lo que
le daba la gana. Así
que, me explicó, cada tarde salía con un grupo de amigas diferente, o bien
hacía muchos cursos cortos de formación, o se iba de compras, a la peluquería...
etc... En definitiva tenía todas las mañanas y las tardes ocupadas de lunes a
viernes, ya que además disponía de asistenta del hogar y tenía que darle órdenes. Lo
más divertido de todo es que a pesar de tratarse de actividades agradables,
lúdicas y personalísimas, su agitación era tal que una tarde a la semana, me
confesó, que libraba. ¿Qué quiere decir que libras? le pregunté, y me contestó:
no me pongo nada para hacer.
Me quedé ¡ojiplática!
Yo no puedo imaginar “no tener
nada” una tarde, o que me estrese ir a la peluquería o ir de compras, sin ser
compulsivas, claro! Sin embargo, hay quien necesita hacer un parón en sus propias
distracciones o pasatiempos. Por eso el mensaje de la foto le debería hacer
mucha gracia. A mi también me la hizo cuando la recibí por whatsApp porque si
tengo la ocasión de librar ¡me pongo algo! y realmente soy feliz. Lo mejor es llenar la jornada con: un rato
de oración mental y vocal, a ser posible también la santa misa, un trabajo
santificado y santificable, tanto si es doméstico como profesional, una
actividad apostólica, y una dedicación delicada y extrema a la familia. Si queda
algo, quizá una hora a la semana, sería
de libranza para oxigenar el cerebro, que siempre le irá bien.
Hoy hemos recordado, en el día
Primero de Mayo, la fiesta de san José Obrero, conmemoración que instituyó san
Juan XXIII para contrarrestar la efervescencia comunista a mediados del siglo
XX. Una celebración totalmente oportunísima para celebrar el Día Internacional
del Trabajo.