¡Qué sufridores son algunos
maridos! sin dejar de menospreciar lo que sufrimos muchas esposas con las cosas
de ellos. Sin embargo la complementariedad entre las unas y los otros es lo que
hace perdurar la madurez matrimonial.
Sin ir más lejos, respecto del
deporte de equipo con pelota rodando que todos sabemos que mueve a las masas, compuestas
en su mayoría por hombres que se sulfuran, que gritan, que vocean, que se lo
pasan bomba con su equipo y se malhumoran cuando pierde, ahí estamos nosotras,
sufridoras, siguiendo las noticias del mercado de jugadores, la lista de
pichichis y de los mejores goleadores, los colores de las equipaciones, el
suben-bajen de la liga, los ataques a los colores del contrario, los cambios de
mister, de capitanes, de presidentes, de colegiados, de los colores de las
zapatillas de los porteros, de las palabras malsonantes de alguno que ha
perdido el norte en mitad del juego, la complicación que supone entender las
competiciones internacionales, los periodistas de una bando o de otro, las
lágrimas del perdedor… en fin qué os voy a decir. Pues todo esto, aunque nos
pueda interesar realmente poco a algunas esposas, forma parte del querer
matrimonial para poder convivir con una de las pasiones del esposo. Aquí no
vamos a añadir las idas y venidas de médicos y centros hospitalarios, pues en
esto sufrimos ambos cónyuges.
¿Y ellos?, ¿De qué cosas, sufren
por nosotras? Hay tantos ejemplos, que se me hace difícil empezar ni tan
siquiera una lista de aproximación. Sin embargo, puedo poner un ejemplo.
Imaginaros que a pesar de los años, a ti te gusta el ballet, (o las
Sevillanas…) y además, a pesar de los años, te has vuelto a poner el maillot y
las zapatillas de media punta, y recibes clases. Llegado el fin de curso
lectivo escolar, también hay festival de
fin de curso de ballet (o de Sevillanas). Y como pintas canas, actúas de
presentadora del acto, ataviada para la ocasión como si se tratara de un evento
que proyección televisiva. Ahí estás tú, en tu momento estelar, presentando el
acto, y saliendo al escenario en varias ocasiones. Y, por esos escasos minutos
magníficos de gloria, tu marido, paciente entre los pacientes, ha de tragarse
todo un festival de niñas y jóvenes bailando para que sus papás estén contentos
y ellas se preparen para un futuro profesional, más o menos inmediato. Él
pensará que es un rollo morrocotudo, primero porque no le gusta el ballet ni
las sevillanas, segundo porque ninguna de las niñas ni jóvenes son de la
familia, y tercero, porque él ya te ha acompañado a diversos teatros a ver
ballet y está ciertamente saturado. Sin embargo, llegó al teatro puntualmente,
aparcó el coche en buen sitio, el coche no se lo llevó la grúa y además fue muy
objetivo a la hora de aplaudirte. Por ende, volvisteis a casa juntos, muy
contentos.
En fin, ellos y nosotras somos
sufrientes, siempre hacemos algo, o nos gusta algo, que el otro soporta por
amor. Estas cosas son realmente actos de amor, que no han de cambiarse por
nada, pero que es necesario recordarlos para seguir haciéndolos y alimentar de
amor día a día el Matrimonio.