Mi amiga Mireya, a la vuelta de un funeral de
una compañera de profesión que murió de repente a punto de jubilarse, se
mantuvo pensativa. Nos fuimos a tomar un café con hielo, hacía mucho calor.
Apenas articuló palabra. No le dije nada, pero a los dos sorbos refrescantes, como
un torbellino empezó una especie de monólogo. La dejé hablar.
¿No te ha ocurrido que en la fase más negativa
del día, piensas que te ha tocado vivir en el peor de los momentos de la
historia de la humanidad? cómo lo de hoy, ¡no hay nada peor!; ¡qué vaya época
nos ha tocado vivir! En esa tesitura negativa, cuántos refranes o frases
populares nos vienen a la cabeza, desde la más antigua a la más moderna,
expresiones como: “cualquier tiempo pasado fue mejor”, “cómo está el mundo
Facundo”, “adónde iremos a parar”
y “esto no hay quien lo pare”, o
“¡qué fuerte! tío”. Pero no son más que la primera prueba de que estas cosas
han ocurrido siempre.
Y esto podemos aplicarlo muy fácilmente a
nuestro matrimonio (me sigue diciendo Mireya). Los años han pasado. El carácter se
ha afianzado, y no siempre para mejor. Aquel chico del que me enamoré está muy
lejos del señor que tengo a mi lado hoy. Me aburro a menudo. No me entiende. Piensa
más en él que en mí…. ¿Y de quién me enamoré? ¿Qué vi en él que me atrajo
al conocerle mejor? ¿Qué me hizo pensar en casarme con él? ¿Cuál fue mi
planteamiento de vida en común? ¿Recuerdo lo felices que éramos al darnos el
sí?
Mireya, parece una auto-encuesta, ¿me lo estás
preguntando? - Pues sí, lo es.
Tenemos que hacer ese ejercicio de memoria
emotiva de vez en cuando y revivir esos momentos, no para dejarnos llevar por
la nostalgia de que “cualquier tiempo pasado…”, sino para renovar esos
sentimientos, esas sensaciones, ese planteamiento de vida ilusionado que hicimos
en su momento, como cuando, al viajar a
Tierra Santa, en Caná renovamos los
votos.
-¡Yo también lo hice!
Porque, para nosotras, él es el mejor. Él es
quien nos hace seguir hacia adelante hoy. Es el compañero fiel de tantas
aventuras y desventuras, ¡es él! Y ahora, tenemos que abrir la ventana al aire
fresco de nuestra existencia presente en común, que Dios nos otorga, y rechazar
las ideas de sueños inútiles. En vez de eso, soñar con nuevas aventuras diarias
juntos: de compañía, de silencio compartido porque no es necesario decir nada, de
paseos por los parques de nuestra ciudad, de aficiones divertidas para reír a
dúo, de miradas a nuestros hijos, y nietos si los tenemos, sintiendo que somos
un equipo estupendo; de pequeños o grandes viajes para los que nos compraremos
un camisón atractivo, para descubrir a dúo paisajes y gentes. Así nos sentiremos
“colegas” de nuestro marido, no “soportadoras oficiales de sus cosas”.
Y es que toda esta fraseología
nostálgica de la que te hablaba al principio, no hace más que demostrarnos que
la nuestra no es ni la mejor ni la peor época vivida por el ser humano, que lo
nuestro no es de cenizos, que “antes”, aplícalo al intervalo de tiempo que quieras,
también pasaban cosas. Y quién sabe, si peores o mejores. ¿O había de todo,
como en botica? Yo me inclino a esto último. Creo fuertemente en el “hoy y ahora”, en vivir el momento que
nos toca vivir y sacar el mejor partido
de ello, para nosotros y para los demás. Porque ¿sabes? El ayer no existe y el
mañana aún no está inventado. También es una frase hecha ¿ o no?
- Mireya, no te puedo rebatir en nada, ¡me encanta
escucharte!.