No vamos a decir que
se cometen más adulterios ahora que en otros tiempos mejores, porque no es
verdad. No es algo nuevo ni viejo, es en su esencia más lejano que la
Torre de Babel o Sodoma y Gomorra. Y casi habitual en nuestro entorno de hoy, en el
que caen muchos hombres y mujeres, y si son ellas despechadas, los denuncian a la
justicia por ladrones como en el caso de la familia Pujol en Catalunya
(España) o se hacen de oro con los comentarios de alcoba trascritos a un libro
(F. Holland en Francia), por comentar casos conocidos y muy publicados en los
medios. La cosa es que tanto unas y otros pueden haber cometido adulterio, que como decíamos
en otro artículo el adulterio es pecado mortal.
Pero no hemos de
quedarnos en los comentarios, hemos de ir a la fuente de la que emana la
definición y el hecho mismo de ser pecado muy grave. En el Catecismo de la Iglesia Católica,
en el artículo dedicado al sexto mandamiento de la Ley de Dios (No cometerás
adulterio) leemos en el punto IV. Las ofensas a la dignidad del
matrimonio:
“2380 El adulterio. Esta palabra designa la
infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno
está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un
adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf Mt 5,
27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el
adulterio (cf Mt 5,
32; 19, 6; Mc 10, 11; 1 Co 6,
9-10). Los profetas denuncian su
gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cfOs 2, 7; Jr 5,
7; 13, 27).
2381 El adulterio es una injusticia. El
que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el
vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la
institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete
el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable
de los padres.”
Ahí está. Es bueno conocer la
doctrina de la
Iglesia Católica , observarla y respetarla. Nos hará un gran
bien. En cualquier caso siempre existe la posibilidad del perdón, hay que
arrepentirse e irse a confesar, y como dijo Jesús “Vete y no peques más”. Y
ciertamente es posible no volver hacerlo.