Es el título de una película en la que Antony Hopkins
interpreta a un profesor de literatura de Oxford, intelectual, pensador,
filósofo, buen tutor de sus alumnos, con muchas capacidades de estudio. Sin
embargo es incapaz de reconocer en sí mismo la capacidad de amar. Y en esa
discusión sobre el amor siempre se va a Dios y se le deja, pues no se entiende
que Dios aun siendo Amor, consienta que el hombre, la mujer, la humanidad,
sufran de manera indecible. La película es de 1993, está basada en hechos
reales y se centra y en la época más trascendente del gran escritor Carl Lewis,
o más conocido por Jack, pues era así como le gustaba que le nombraran. Lewis
llegó a ser uno de los escritores más leídos del siglo XX, siendo sus obras una
auténtica escuela de apostolado de la fe católica, entre ellas el ensayo
llamado Tierra de Penumbra o Busqué a Dios y lo encontré.
Ya mayor, Lewis sintió dentro de
sí que amaba a una mujer maravillosa, Joy Gresham (Debra
Winger), pero
no sabía como decírselo, pero todo él, interiormente, vibraba por aquella mujer
que llegó a ser su esposa, aunque por poco tiempo. En ese trance, en el que
vive intensamente enamorado sobreviene el amor a Dios, la necesidad de rezar
muchísimo a los pies de su esposa enferma. Rebrota en él la conversión y no
dejará a Dios nunca más.
En este film, Hopkins me merece un
gran respeto por su magnífica interpretación pues en la medida que se desarrolla
el guión, su mirada, sus gestos, su nervio, su virilidad, se van transformando
en la medida en que el amor va transformando a su personaje. Aunque sea
calificada por los expertos como drama, es muy recomendable en todos los
sentidos.