Es el título de la
película que interpreta el conocido actor irlandés Brendan Gleeson. El guión se
desarrolla en un pequeño pueblo de pescadores del norte de Canadá. A pesar de
que sus habitantes durante siglos han vivido de la pesca, ahora se han quedado
sin trabajo, sin dejar de tener todo el mar ante sus ojos. Aunque en la película
no se entra en los detalles o en los motivos de la crisis laboral, lo que sí
queda claro es que sus habitantes lo que quieren es trabajar. Son hombres
sencillos, fuertes, valientes, con poca preparación para poder aprender otro
oficio, pero tienen sentido común y saben lo que quieren. Es muy ingenioso comprobar
de lo que son capaces para conseguir un elemento clave para salir de la crisis:
Que el pueblo tenga un médico, pues es el profesional indispensable para que se
instale una nueva empresa que podría proponerles trabajo.
En esta ambientación, llena de
contrastes, lo que salvará la situación son las familias del pueblo. Uno a uno,
ellos y ellas, con buen humor y sin demasiadas objeciones, traman un plan para alcanzar
su fin. Las esposas de los pescadores, o sus viudas, asumen funciones cada una
según sus conocimientos y capacidades, no en vano allí lejos de la gran ciudad,
la mujer sabe coser y cocinar lo suficiente como para sacar de apuros cualquier
situación que requiera el protagonismo doméstico. El reciclaje de objetos es de
una maestría excelente, pues no hay dinero para ingeniarse las cosas de otra
manera. Y los jóvenes son la esperanza de que la familia continúe, como ha sido
siempre, también en el film.
Así que la película La gran
seducción (Canadá, 2013) es una comedia muy recomendable, incluso los pocos
suspiros de amor que se oyen en la noche marinera, despiertan una dulce sonrisa
en el espectador.