Hace pocos días tiraron por la
borda de una barcaza que navegaba por el Mediterráneo a muchos cristianos que
querían rehacer su vida en la esperada Europa. Algunos
de los culpables del asesinato colectivo han sido detenidos. Todos, victimas y
culpables, ansiaban huir de su país de origen. Cualquier cosa era mejor que
seguir viviendo en aquellas condiciones que solo podemos imaginar un poco. Sin
embargo, unos asesinos que profesan otra religión y, solo por eso, los echaron
al agua y el ahogamiento es cosa de pocos segundos o minutos, máxime si no se
sabe nadar.
Los católicos vivimos nuestra fe
en una Iglesia perseguida. Seguimos noticias escalofriantes que provienen de
muchos puntos geográficos del planeta, distantes unos de otros, que acaban
resumiéndose en número de muertos y heridos y según en qué medios añaden de cristianos.
No hay que sentir miedo ni sentir
halago por ello, en realidad siguen persiguiendo a Cristo. También fue así al
inicio del siglo XX (1926-1929) en México, cuyo presidente decretó que estaba
prohibido celebrar misa dentro de las iglesias, entre otras órdenes, so pena de
muerte a los sacerdotes y a los fieles. Se intentó llegar a acuerdos, incluso
intervino Estados Unidos, pero la ley se impuso. Ante tal escarnio se formaron
grupos de cristianos que con pocos medios y formación pretendían derrocar a
todo el gobierno de México, unos querían el diálogo, otros optaron por las
armas. Allí murieron muchos mártires y surgieron beatos y santos, pues al grito
de Viva Cristo Rey de muchos cristeros, el ejército gubernamental se erigió en verdugo.
Esta historia real de México, la Guerra Cristera , la
hemos visto en la
película Cristiada (2012 México) que promovió el actor y cineasta mejicano Eduardo Verástegui,
dirigida por Dean Wright. Se estrenó con éxito en países de habla hispana.Fue la última
película que interpretó Peter O’Toole.