Es el día de la vida. Todos hemos
nacido de una madre y de un padre. El vientre que nos acogió y nos dio su
sangre para que viviéramos, no era de plástico ni de otro material descubierto,
sino de carne y hueso, el cual es el de una mujer provista de alma inmortal.
Allí estuvimos metidos, flotando y felices desde el mismo momento de la fecundación. Desde
aquel instante, nuestro corazón empezó a batir con el de nuestra madre, y
seguirá batiendo hasta nuestra muerte, en una vida de millones de pulsaciones.
De los hijos fecundados materialmente no se puede decir lo mismo, pues la unión
de los latidos empezó más tarde, pero, al cabo, nacieron y ahí están los hijos
de los hombres, provistos también de alma inmortal.
Gracias, a esa madre que
nos tuvo durante unos meses dentro de sí, dando su vida por nosotros; gracias, a esa
madre que no pudo concebir pero ha sido madre adoptiva de otros hijos que ya
son suyos; gracias, a esa madre que lo es espiritualmente de muchos hijos. Gracias, a nuestras
nueras que han dado a luz a nuestros nietos. Gracias, también, a esas madres que en el
transcurso del embarazo se paró espontáneamente la vida de aquel niñito o
niñita que llevaba dentro. A todas, muchas gracias en nombre de todos los hijos
e hijas, os deseamos que tengáis un feliz Día de la Madre, porque para una
mujer que es madre sabe que es la mejor experiencia de su vida, y si no lo ve
de momento, no tardará en reconocerlo.
De esta manera, nos unimos a todas
las celebraciones del Día de la Madre que, con este contenido, recuerdan a la
mujer-madre que da su vida en bien de la vida de otro. Y nos encomendamos a nuestra Madre del cielo, la
Virgen Santísima , pidiéndole que ayude
a todas las madres para que les sea más llevadera su tarea.