Con pausa y tono agradable, sin
ofender ni exigir, pero diciendo las cosas claramente, el Santo Padre habló
ante el Congreso de los Estados Unidos el día 24 de septiembre de 2015. El discurso del Papa fue aclamado, después de
haber captado la atención y el interés de los allí presentes. Los aplausos iban
increccendo y, en la misma medida la
actitud de los congresistas. Incluso hubo lágrimas de emoción. Fue un discurso patriótico, característica
que no se podía obviar.
Manifestó, sin dar pie a confusión, su querer por la
defensa de la vida desde su concepción hasta su nacimiento, así como por la
defensa de la vida ante la pena de muerte, pidiendo su abolición. Se dirigió a
personas físicas y se refirió a personas físicas, a los pobres, a los
emigrantes, a las personas necesitadas, a todos, oponiéndose a las políticas de
descarte. Destacó la necesidad de preservar el medio ambiente y, cómo no, se
refirió al matrimonio y a la
familia. En esta ocasión, en esta ocasión destacó la belleza
y la riqueza de vivir en familia.
Fue, pues, un discurso, no una meditación ni
una homilía, pero muchos de estos puntos nos pueden llevar a la reflexión
interior. Por ejemplo, podemos pensar cómo vivimos el Amor entre las personas
con las que convivimos, en nuestro matrimonio, en nuestra familia, y si somos
capaces de descubrir la belleza y la riqueza de nuestras circunstancias
familiares.
Y ante la ONU, con un discurso
pensado en la universalidad del mundo, citó textos de otros pontífices, la Carta de las Naciones Unidas, entre otras citas, volvió por los mismos temas pero
ampliando el lenguaje de miles de palabras que tiene este Pontífice,
comunicador por excelencia. No solo pidió la preservación de la creación, la casa común de todos, de
la naturaleza y de la vida desde su concepción hasta su fin, sino que también
pidió la abolición de las armas de destrucción masiva y las bombas atómicas. E
igualmente fue aclamado. Y en Filadelfia, en los actos del Encuentro de las
Familias les ha dicho a los emigrantes que no se avergüencen de serlo, pues él
mismo es hijo de emigrantes. Y también ha sido aplaudido, pues aun siendo cosas
que él nos ha dicho muchas veces, y es doctrina social de la Iglesia, muchas
veces despreciada, el Papa ha hablado con el corazón y lleno del Espíritu
Santo, siempre invitando a que nos acerquemos a Dios y a la Iglesia:
“Dios y la
Iglesia, que viven en nuestras ciudades, quieren ser fermento en la masa,
quieren mezclarse con todos, acompañando a todos, anunciando las maravillas de
Aquel que es Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe
de la paz.”
(Extracto de la
homilía del Santo Padre de la misa en el Madison Square Garden, de Nueva York,
del viernes 25 de septiembre de 2015)