El otro
día entré en una farmacia para hacer la compra de diversos productos de consumo
cotidiano, debido a que en la edad madura los desajustes de salud son más
habituales y es necesario ir ayudando al organismo para tener una vida mejor. Y
en estas que, entre varios de los farmacéuticos y farmacéuticas, me sirvió uno bien
plantado, y que, al igual que en otras ocasiones, parecía que su trato iba a
ser agradable. Una vez comentados los productos, los precios, algunas
enfermedades y las marcas, pagué como es debido. A punto de coger la bolsa y salir
de la tienda, el susodicho farmacéutico -que tiene unos quince o veinte años
menos que yo-, me dice que me espere un momentito pues me dará unas muestras
gratuitas, de paso me preguntó si las quería con protección solar o no.
En unos
segundos, el farmacéutico regresa de nuevo y me dice:
-
Esta es para ti y esta otra es para tu marido
-
¡OH gracias! pero mi marido no
utiliza estos productos
-
Pues ¡dásela a tu amante! (risitas)
-
¡No tengo!
-
¡Pues para que te ganes uno! (risitas)
-
¡No quiero!
-
¿A no? (risitas)
Le
devolví la muestra y le dije: Es para ti. Cogí la bolsa con los medicamentos y me marché sin más. Me
sentí ofendida una y otra vez, y sin ganas de volver a esa farmacia. Mientras
discurría este breve diálogo, la otra farmacéutica intentaba corregir al
compañero, pues era evidente que su comportamiento quedaba fuera de lugar, sin
embargo él no hizo caso.
¿Cómo un
hombre puede ser tan necio y poner en entredicho la virtud de una mujer, yo
misma o cualquier otra, sin mediar insinuación alguna? ¿Este varón, qué valor le
da al Matrimonio para hacer bromas con una mujer que sabe que está casada? ¿Por
qué muchos hombres son tan simples y echan el lazo para ver si caes del guindo?
¿Qué valor le da ese hombre, u otros muy similares, a su propio Matrimonio?
Tristemente, necedades como éstas engordan año tras año las cifras de las rupturas
matrimoniales, y, tal como nos han dicho los medios, van en aumento progresivo.
Alerta pues, que las faltas de templanza no solo lo son comer o beber demasiado
hasta reventar, sino también tener la lengua floja y verde que da hasta ganas
de vomitar sin haber probado bocado ni bebida.
*En la foto. La Catedral de Málaga, representación de la virtud de la templanza.