La adopción es un acto de amor impresionante. Requiere
previamente una renuncia a los deseos y aspiraciones que los padres (padre y
madre) habían deseado. Así, el padre y la madre adoptivos, salvo en contadas
ocasiones de egoísmos que no se han superado antes del acto de la adopción, se
sienten plenamente felices y satisfechos con su nuevo hijo o hija que llega a sus
brazos.
Pero ¿Y los hijos o hijas adoptados? ¿Qué recuerdo tienen
de la separación de sus padres naturales? ¿Cómo fue? ¿Lo tiraron a un cubo de
basura? ¿Lo abandonaron en una entidad social? ¿La madre al momento de dar a
luz, no quiso ni verlo?... Podríamos hacer cientos de preguntas, y todas las respuestas
serían muy tristes.
Sin embargo estas preguntas, el hijo o hija adoptados se
las hace. Saben que las respuestas serán dolorosas, pero efectivamente, necesitan
respuestas, aunque sean felices con los padres adoptivos. Se trata de algo profundo:
conocer la propia genealogía, el propio origen familiar, lo cual es natural y
muy importante para la evolución e integración social de cada individuo.
En esta tesitura, se desarrolla la película Rastros de
sándalo. Nos sitúa en la India de hace unos 40 años aproximadamente, en una
zona deprimida del interior. Allí en una casa muy pobre, nace una niña
preciosa, y muere la madre debido al esfuerzo y el desangrado del parto. A
partir de ahí, se suceden cosas tremendas. Las mujeres que asisten el parto
pretenden matar a la bebé pero su hermana mayor de 6 años la salva y la cuida,
hasta que le arrancan la niña y la entregan a un orfanato religioso. La hermana
mayor durante muchos años arde en deseos de encontrar a su hermanita. Un día,
por fin, le surge una nueva pista que parece más segura que las anteriores,
pero está en Barcelona (España), al otro lado del mapa. A pesar de ello, emprende
el viaje a esa ciudad.
No os digo más….
En la vida real esta historia sucedió verdaderamente en
Barcelona. Sin embargo, los hechos se sucedieron a la inversa. La niña adoptada
fue la que buscó a su hermana en la India. La encontró. Y de aquel reencuentro
brotó un libro y muchas noticias sobre la adopción.
La película Rastros de sándalo está dirigida por María
Ripoll, de la cual ya hemos comentado otras películas. Es apta para todos los
públicos y la vi desde mi butaca, pero en esta ocasión, desde el asiento de un
tren rápido de largo recorrido en dirección a Pamplona (España). Está llena de
rasgos humanos, algunos sorprendentes y contrapuestos por las culturas que se
mezclan, incluso puedes percibir aromas y luces diferentes, perfumes y sedas de
colores, y te contagia las ganas de bailar.