Los abuelos no son mártires por el
hecho de cuidar de sus hijos o nietos, o ambos. Los abuelos son los padres de
nuestros padres y pertenecen al núcleo de nuestra familia, que hemos de
proteger, amar y agradecer todo lo que hacen o han hecho por nosotros.

De historias de abuelos que dicen que
son sufridores hay muchísimas…Si mi niño
se despierta con fiebre por la mañana ¿Qué vamos hacer? Mi marido y yo tenemos
que ir a trabajar y no hay excusa que valga ¿qué hago? No hay más remedio que
llamar a mi suegra, la abuelita encantadora, pues la otra no está disponible… Cuando
la abuelita llega, mi marido ya ha llevado los otros niños al colegio, yo
llegaré tarde al trabajo, pero lo recuperaré. Así mi niño está en buenas manos.
Y la abuelita encantadora sonríe y no para de trabajar. Por cierto, por la
tarde, la abuelita con el enfermo, coge la furgoneta y va a recoger al resto de
la prole al colegio.
Hoy
no lo hemos podido montar mejor…. ¡O peor!
Esta historieta, sin ningún valor, es
tan habitual como que en nuestra latitud hay día y noche. No obstante, no hay
que dramatizar: los abuelos que no quieren ayudar a los hijos o nietos, por la
razón que sea, ya dicen NO, o van criticando a la sociedad por lo mucho que ellos
colaboran en su desarrollo sin hacer nada o dan unas excusas increíbles. Pero hay
que seguir adelante, esta red social que es la familia es el origen del mundo.
Así que el hecho de que los abuelos ayuden o no a los hijos y nietos es
antropológico. No tiene más.
Por otra parte, yo propondría estar
atentos al enfoque que públicamente los medios de comunicación ofrecen en
relación a los abuelos, dramatizan las circunstancias y arrancan quejas con un
sacacorchos mecánico. No podemos prescindir de los abuelos, pues un
baluarte más de la familia se destruiría. Así que los abuelos hemos de procurar estar
siempre dispuestos, física o materialmente, y los hijos a la recíproca para con
sus padres, pero cada uno en su casa y Dios en la de todos.