“Dios, Padre misericordioso,
que has revelado tu amor en tu Hijo
Jesucristo,
y lo has derramado sobre nosotros en
el Espíritu Santo consolador,
te encomendamos hoy el destino del
mundo y de todo hombre”.
Te encomendamos en modo particular
Guíales y protégeles en los complejos
caminos de hoy
y dales la gracia de poder cosechar
abundantes frutos
de la experiencia de la Jornada
Mundial de la Juventud en Cracovia.
Padre celestial,
haznos testigos de tu misericordia.
Enséñanos a llevar la fe a los que
dudan,
la esperanza a los desanimados,
el amor a los indiferentes,
el perdón a quien ha obrado el mal y
la alegría a los infelices.
Haz que la chispa del amor
misericordioso,
que has encendido dentro de nosotros
se convierta en un fuego que
transforma los corazones
y renueva la faz de la tierra.
María, Madre de Misericordia, ruega
por nosotros.
San Juan Pablo II, ruega por nosotros.
Santa Sor Faustina, ruega por nosotros”.