En esta semana, la Iglesia católica
litúrgicamente celebra el inicio de la Cuaresma, a partir del 1 de marzo de
2017, con la imposición de las cenizas en la cabeza o en la frente de los
fieles que asisten a misa en el Miércoles de Ceniza. Al momento de la
imposición, el sacerdote puede decir Convertiros
y creer en el Evangelio, o la más conocida Polvo eres y en polvo te convertirás. Aquel momento es un instante
clave que ha de remover nuestra fe para hacer algún propósito nuevo de
conversión.
Quizá parezca anacrónico o extraño que
se imponga un polvo gris oscuro que no se sabe de dónde proviene, como si
hubiera sido extraído de un crematorio humano de cualquier cementerio. O de la
urna de cenizas de un familiar de alguien que se haya desprendido porque no
sabía dónde colocarla. En realidad es mucho más bonito.
Resulta que hemos de remontarnos a la
fiesta de la Pascua del año litúrgico anterior. Las palmas, palmones y ramas de
laurel, bendecidos en el Domingo de Ramos y que se quedan en las iglesias, se
recogen para quemarlos. Sus restos en cenizas es el polvo del Miércoles de
Ceniza. Por lo tanto no es nada macabro ni morboso. Es una bendición para el
cristiano que tiene el propósito de convertirse.
¿Pero qué ha ocurrido en estos días pasados? Como
sabemos hay fiestas y más fiestas en torno a un personaje ficticio que invita a
perder el control de uno mismo, a la promiscuidad, a la doble imagen, y a lo
que sea que apetezca. Son días en lo que lo pagano sobre sale todavía más. Y lo
popular intenta convertir unos dones y unas gracias en objeto de chirigota. En
tiempos antiguos una penitencia muy sonada para muchos creyentes era no tener
relaciones sexuales en los días de Cuaresma y para que le quedara claro a la
gente se celebraba el “Entierro de la sardina”. Se le hace un honor indiscutible a este pez, bien vestido, y honrado por
todo un séquito de riguroso luto.
A todo ello, muchos padres y madres disfrazan a sus hijos, quieran o no, de la cosa más variopinta del mundo y
también los llevan a ese entierro singular sin saber explicar por qué se le
hacen honores a un pez de cartón que luego lo verán de verdad con piel y escamas brillantes en los mercados. Y cuando lo tengan en su plato, por supuesto no
querrán comerlo, tanto si las sardinas están rebozadas, a la plancha o en
escabeche casero, porque ¡claro está! fueron a su entierro.
Bien hacen las familias y los colegios
que no celebran estas fiestas, por muy populares que sean. Otra cosa serán las
penitencias que cada uno ofrezca a Dios, para remisión de los pecados, propios y de los demás. Si en el seno de un matrimonio se decide no tener relaciones
sexuales y los cónyuges ofrecen este sacrificio por algo más alto, quedará
en el entorno conyugal. No hará falta ninguna celebración familiar en la que se
publique que la supuesta sardina del caballero estará en plácida inactividad y
que la mujer, más que nunca, estará totalmente de acuerdo.
Hay otro tipo de mortificaciones que
pueden ser ocultas: sacrificios en la comida (no tomar de aquello que nos gusta
más) o materiales, dejando la tarjeta de crédito en casa para no caer en la
tentación de comprar todo el Avance de
Temporada de Primavera.
A los cristianos, la Iglesia nos pide,
en estos próximos días, sobriedad en las cosas y en el trato, dos días de ayuno y
abstinencia todos los viernes. Con ello seremos un buen ejemplo, y un buen
ejemplo hace mucho bien.