Me
contaba un amigo que la unión de parejas de hecho, inscritas en un registro de
un ayuntamiento no da garantía de nada, además pueden ser engañosas ya que pueden
ser el subterfugio consistente en demostrar una unión, en un determinado momento ante un
notario y comprar patrimonio con algunas ventajas (aparentes) por ser pareja, y,
en especial, pareja de homosexuales o pareja de lesbianas. Como la ruptura de esas parejas se
producía casi al día siguiente de la adquisición patrimonial, en adelante podía
surgir la mayor desventaja con la que no contaban: Si uno de los miembros de la
pareja, creada fraudulentamente, no pagaba la hipoteca, el banco iba al otro a
cobrar, que ni se acordaba del nombre de aquella persona que, por unas horas, había sido su pareja.
Además
de constituir un negocio a base de trampas que, como suele pasar acaban mal,
también se engañaba a las estadísticas. De esta manera, aumentaron en algunos
lugares el número de inscripciones de parejas de homosexuales o de lesbianas.
Ese
subterfugio lo montaron algunos despabilados para ganar más dinero en la no tan
lejana burbuja inmobiliaria. Y una piensa, ¿por qué de homosexuales o
lesbianas? Muy sencillo porque ninguna de las personas que formaban las parejas
de mujeres o las parejas de hombres se gustaban entre sí ni les interesaban las
personas del mismo sexo. Tampoco se trataba de hacer un favor a un amigo. Simplemente
eran del mismo sexo, con pene, en el caso de hombres, y con vulva en caso de
mujeres, porque si hubieran sido de diferente sexo, alguno de los dos hubiera
podido pedir o exigir su derecho de pernada.