Hoy
celebramos la Pascua de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, centro y raíz
de la doctrina católica. El resucitó a los ojos de los hombres para que
creyeran en este hecho misterioso para la inteligencia humana pero que Dios lo hizo
posible realmente. Y como en el tiempo de la vida pública de Jesús, Él lo fue
explicando con ejemplos de la misma vida cotidiana que se encontraba al paso.
Resulta
que ya hace más de dos mil años no era extraño que una mujer se casara muchas
veces a la muerte de su marido, pues las viudas no tenían otro modo de vivir si
no era casarse de nuevo o vivir de la mendicidad. Así lo vemos en el Evangelio
según San Lucas 20, 27-46 en el que quieren enfrentar a Jesús con la ley de
Moisés: Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que
estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar
descendencia a su hermano. Y siguió el relato hasta llegar el punto que una
mujer se había casado siete veces porque su primer marido murió y hubo de
casarse con todos los hermanos, los cuales también murieron. La pregunta que
los saduceos hicieron a Jesús – con ánimo tramposo – fue que en la resurrección
cuál de los siete será el marido de la mujer.
La
respuesta fue: Los
hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de
tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos
tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y
son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
Es
decir, una vez resucitados, después de haberlo meritado, seremos espíritus sin
necesidades pues por toda la eternidad estaremos junto a Dios. Por la muerte,
se extingue el vínculo matrimonial y no se reengancha en el cielo.
¡Felices
Pascuas!