Me contó una amiga una historia que intuí conocer pero, como me suele pasar, no recordaba el final. Es una historia que puede ayudar a amueblar la cabeza, es decir, a poner las cosas en su sitio, sin pretender el beneplácito de todo el mundo, pues al único que le hemos de rendir cuentas es a Dios.
Resulta que Cierto día Don Eulogio salió de viaje con su
nieto Pablito y el burro del molino. Salieron por los caminos pedregosos de
aquellas tierras a buscar leña. Don Eulogio pensó que al ser el más mayor de los dos, era él quien tenía que ir encima del burro. Pararon en la primera aldea que encontraron para hacer
noche, comer un poco y descansar.
Estando en la posada, los que también bebían y comían empezaron a criticar al abuelo porque no no había tenido compasión de
su nieto y se había cansado mucho en el viaje, pues Don Eulogio fue todo el
tiempo al lomo del burro. A la mañana siguiente, el abuelo pensó en lo que le
dijeron y le dijo a Pablito que se subiera al burro. Y emprendieron una vez más el viaje. A
medio camino, se encontraron con otros viajantes, y uno de ellos le gritó Pablito, “fresco, maleducado, que ¿no ves que tu abuelo es mayor, y tendría que
ir al lomo del burro? El pobre Pablito se bajó avergonzado del burro y le pidió
perdón a su abuelo. Sin embargo los dos convinieron que ahora le tocaba al
burro descansar. Y reemprendieron el camino, de nuevo. Al llegar a la siguiente
aldea, les salieron al paso unas mujeres y les dijeron ¿Cómo es que los dos
vais a pie? ¡Sois más burros que el burro!