No tiene ninguna gracia, y, si me apuras, ralla la ofensa
que en algunos objetos de regalo o suvenires te encuentres mensajes que se mofan
del matrimonio, del marido y de la esposa. No sé qué pretende el comerciante
con estas alusiones pero lo que está claro es que su vida matrimonial le ha
resultado un fracaso y que por ello pretende arruinar la de los demás. O quizá
sean otros los motivos. No entré en la tienda para comentar el asunto, pero creo
que debía haberlo hecho. Debía haber entrado con buenos modos y hablar con el vendedor de esos mensajes.
Todas estas cosas, pequeñas en sí, van haciendo mella en
las personas que las leen y, sin pensar, sueltan una risa fácil. Pero un día,
en medio de un conflicto personal, dicen esa frase maligna y la discusión se va
por unos derroteros que aun superándolos, no se liquidan hasta un mes después,
en un matrimonio en el que las cosas se puede decir que vayan bien.
No es la primera vez que fotografío este tipo de baldosas,
porque mientras vas de paseo en vacaciones tienes más calma para entretenerte y
pensar. Sin embargo me apena muchísimo ver, año tras año, como el contenido de
las baldosas se va renovando y con el paso del tiempo las frases son más agrias.
Toda la cadena de
personas que ha participado en la elaboración y venta de este producto, y
salvando la intención, no ha entendido que el matrimonio y la familia son el
núcleo de la sociedad, el cual hay que protegerlo y cuidarlo amorosamente, sin
embargo a base de la emisión de esos mensajes se dan ideas para destruirlo un
poquito más.