Tanta
desazón en estos días convulsos a nivel político y económico, nos ha invadido a
todos como un-no-sé-qué del que ya
dicen los expertos que nos puede llegar a enfermar. Todos lo que estamos
preocupados, tenemos nuestras razones legítimas para ello, y hasta es lícita
nuestra preocupación. Pero en el seno de las familias, el núcleo más pequeño al
que pertenecemos hemos de cuidarlo con paciencia y amor, teniendo presente la
legitimidad de cada uno en opinar de política, sin pelearse, pero, sobre todo,
no anteponer la discusión a los deberes y obligaciones familiares. La
convulsión social y política puede sacarnos de quicio y hemos de saber actuar
en el seno familiar, en el trabajo, en la comunidad, en la sociedad, es decir,
en todo lugar y misión, con fraternidad y amor.
Las
palabras de san Pablo, que no conoció a Cristo, pero oyó su voz, en la primera
Carta a los Corintios y refiriéndose a la dignidad del cuerpo, escribió:
Todo me es lícito; pero no
todo conviene. Todo me es lícito; pero no me dejaré dominar por nada”.
Todo
lo que es opinable y la política lo es, me es lícito pensar y actuar según
decido; es como comprar seis coches y hacerlo porque puedo; o hincharme de
ostras cada día si lo resiste el hígado…. Pero san Pablo dice “No todo conviene”
y “No me dejaré dominar por nada”.
Ahora
que está todo el pescado vendido, y
no sabemos las consecuencias que se producirán ni el largo tiempo que va durar
tanta incertidumbre en las decisiones, las advertencias, los gestos, las
actuaciones, etc. y hasta pueda ser que seamos más pobres durante una nueva
temporada, vale más hacer familia en
cada familia y analizar lo que le conviene.
Nota del cuadro: san Pablo de Rubens, Mueso del Prado (Madrid)