Además de varias orientaciones prácticas, Mons. Fernando Ocáriz anima a vivir este periodo haciendo propio todo lo que afecta a los demás, porque “si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Cor 12,26).
Queridísimos, ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Ante las dificultades que, en mayor o menor medida, puedan surgir en estos momentos por el
crecimiento de la pandemia causada por el COVID-19, renovemos la confianza en el Señor y
afrontemos esta situación “con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad”
(Francisco, 8-III-2020). La situación cambia en las distintas regiones del mundo, pero la comunión
de los santos nos lleva a hacer propio todo lo que afecta a los demás, porque “si un miembro sufre,
todos sufren con él” (1 Cor 12, 26). Ante cualquier emergencia, unámonos con la oración a quienes
atraviesan por situaciones críticas, como ahora los enfermos graves por coronavirus, los pueblos que
se han visto obligados a migrar para sobrevivir –el éxodo sirio de estos días–, las familias a las que
golpea una tragedia, etc.
El COVID-19 ha provocado que, en algunos lugares, se haya llegado a una situación de
emergencia, que cambia el ritmo habitual de vida e influye en el estado anímico general. Es bueno
recordar que el Señor nos da su gracia para santificarnos también en esas circunstancias de
incertidumbre. Ayudémonos mutuamente a afrontar estas situaciones, viviendo al día, conscientes de
que cuando estamos obligados a reducir nuestra labor externa nos encontramos ante una oportunidad
de crecer para adentro.
Para responder al desarrollo de la pandemia, las autoridades civiles de cada país están
disponiendo algunas medidas de prevención y control. Ante el esfuerzo o contrariedad que pueda
suponer seguirlas, sirve tener en cuenta lo que aconsejaba san Josemaría: “Ama y respeta las normas
de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para
que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios” (Surco, 322).
En vista del bien de los fieles, y de la sociedad en general, también las autoridades eclesiásticas dan
o pueden dar indicaciones sobre la celebración de los sacramentos y la atención pastoral, que
acogeremos con gratitud y confianza en nuestra madre la Iglesia. También en este sentido, conviene
ser muy prudentes y suspender, cuando haga falta, actividades formativas programadas, sin
arriesgarse innecesariamente.
Pensemos especialmente maneras creativas de mantener viva la misión apostólica y de servicio
a los demás, cuando la prudencia y las disposiciones de las autoridades civiles y eclesiásticas
imposibiliten reunirse. Lo primero es intentar que cada persona de la Obra y vuestros amigos y
parientes se sientan acompañados. Por ejemplo, manteniendo más relaciones telefónicas con ellos,
así como con otros parientes y amigos a los que quizá no veíamos desde hacía tiempo; aprovechar
todas las posibilidades que ofrecen las tecnologías para realizar actividades formativas (círculos,
charlas, meditaciones, tertulias, etc.); compartir materiales formativos que se encuentran en internet
(se están trabajando algunos contenidos especiales para este momento en www.opusdei.org) y otros
que sean de ayuda a la vida espiritual (textos, audios, vídeos); animar a meditar sobre las lecturas y
oraciones de la Santa Misa en las ferias de Cuaresma (en www.vaticannews.va se está transmitiendo
por streaming la Misa diaria del Papa); compartir experiencias sobre cómo impulsar la labor
apostólica en estas circunstancias; etc. Son momentos excepcionales, que hacen más necesario
apoyarse mutuamente, transmitir caridad e intentar que nadie se sienta solo.
En la medida en que lo permitan las circunstancias y respetando las orientaciones de la
autoridad civil, vivir la caridad puede traducirse en iniciativas creativas para ayudar a los demás
(vecinos, colegas de trabajo, etc.). Especial atención merecen las personas más vulnerables, como los
ancianos y enfermos: con prudencia, conviene esmerarse en su atención espiritual y física.
En los lugares donde las normas de confinamiento sean más estrictas, favorezcamos un
ambiente positivo tanto en las casas de los agregados, supernumerarios y amigos, como en los centros
de la Obra. Intentemos descubrir las oportunidades de amistad y fraternidad que ofrezcan esas
circunstancias. Algunas actitudes y actividades que pueden ayudar en este sentido son: afrontar con
buen humor las contrariedades e imprevistos, no culpabilizar a nadie, pensar un plan de lecturas y
vídeos, promover juegos y entretenimiento para que los hijos o hermanos pasen un rato agradable,
afrontar trabajos que esperaban un momento de calma, hacer ejercicio físico en casa, etc.
Agradezcamos especialmente a los profesionales de la salud, que en estos días están realizando
un servicio lleno de espíritu de sacrificio. Estemos especialmente pendientes de ellos, procuremos
sostenerlos y animarlos en su trabajo.
En definitiva, recemos para que también este momento sea una ocasión para acercarnos más al
Señor, siendo sembradores de paz y de alegría a nuestro alrededor.
Con mi bendición más cariñosa,
vuestro Padre
Roma, 14 de marzo de 2020