En el último domingo del año, la Iglesia Universal celebra el día de la Sagrada Familia de Nazaret como modelo de familia humana. Infinitas circunstancias propician que ese modelo de familia se disgregue o se rompa, o siga adelante con apenas aliento. En cualquier caso, esa sería nuestra familia, aunque la madre sea muy difícil de aguantar y el padre apenas conozca a sus hijos, y estos hermanos sean tan diferentes que no parezca que tengan vínculo de sangre. O simplemente no haya padre o madre, pero esos hijos a los ojos de Dios seguirán siendo hijos suyos. Y sin Dios los acoge nada vamos a objetar ni criticar.
El
mejor referente para todo ello, son las lecturas de la santa misa de este domingo
27 de diciembre de 2020, que nos podemos aplicar todos, pues todos pertenecemos
a una familia humana, y todas las familias a la de los Hijos e Hijas de Dios.
(1ª Lectura) Eclesiástico
3,3-7.14-17a: El Señor honra al padre en los hijos y
respalda la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre queda
limpio de pecado; y acumula tesoros, el que respeta a su madre. Quien honra a
su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada; nel que
enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo
de su madre. Hijo, cuida de tu padre en la vejez y en su vida no le causes
tristeza; aunque se debilite su razón, ten paciencia con él y no lo
menosprecies por estar tú en pleno vigor. El bien hecho al padre no quedará en
el olvido y se tomará a cuenta de tus pecados.
R/. Dichosos los que temen
al Señor y siguen sus caminos.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R/ Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. R/ Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sion, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. R/
Texto del Evangelio según San Lucas 2,22-40: Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en
Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba
la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido
revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al
Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres
introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le
tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu
palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu
salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para
iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre
estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María,
su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para
ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! — a
fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Había también una profetisa,
Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse
había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y
cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos
y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba
del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que
cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su
ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y
la gracia de Dios estaba sobre Él.
Pues
ya está ¡por fin! se acaba este año tan difícil de sobre llevar.
No nos acoquinemos, cuidémonos y cuidemos también a nuestra familia, a nuestro entorno, a los vecinos... deseándonos entre todos mucha Esperanza, mucha Fe y mucha Caridad para el año 2021, procurando ser felices en las cosas más pequeñas.