Creemos en las diferencias entre hombre y mujer, y por ello no hemos de desistir ni desaprovechar la ocasión para hablar, escribir, dialogar con cariño y respeto, del hecho natural de la existencia de las diferencias y que son buenas para cada persona de la humanidad. Y hemos de insistir porque la ideología de género que se va imponiendo es maligna, muy maligna, para todos los seres humanos de la Tierra.
En ese sentido tuve el placer de ver y escuchar a la Dra. Núria Chinchilla, economista española, investigadora del liderazgo de las mujeres y profesora de IESE a la cual ya me he referido en otras ocasiones. Su conferencia titulada IGUALES PERO DIFERENTES de 17 de febrero de 2024, no es un discurso políticamente correcto. Al contrario, es la actualización de los conceptos hombre y mujer que han sido dañados por las ideologías comunistas que lejos de haber desaparecido con la caída del muro de Berlín en el año 1989, han tomado otras formas hasta constituir los objetivos de la Agenda 2030 que tan ufanamente presumen los países europeos y de otros continentes.
Pero volviendo a la conferencia de la
Dra. Chinchilla, anoté algunas cosas, muy pocas en comparación con el contenido
ofrecido por la ponente, que, salvo error, son las siguientes:
1. Hombre y mujer no somos iguales
pues psicológica, física y ontológicamente somos diferentes, y complementarios
el uno con el otro. Somo iguales en derechos, pero con distintas sensibilidades
y necesidades. Experimentamos de forma diferente, pero ambos tenemos un proyecto
común, la Tierra como tarea. Somo iguales en dignidad, por supuesto.
2. El feminismo acervado y radical del
comunismo de inicios del siglo XX que promovió políticas abortistas y a su vez
políticas en favor de las relaciones sexuales con personas del mismo sexo, ha traspasado en la actualidad hasta poner la educación de los hijos en manos del
Estado, en los países llamados democráticos.
3. Cuando acabó la II Guerra Mundial
ocurrió que la mujer que había trabajado mucho en las dos grandes guerras volvió
a casa, dejó de trabajar y pasó a cuidar del esposo y de los hijos. Se dice en esas políticas que
surgió el misterio de la tristeza y dicen que las mujeres se volvieron
locas y al mismo tiempo se creó un lenguaje que menospreciaba al hombre por sus
comentarios hacia las mujeres. En esa dialéctica, la mujer rechaza su feminidad
y vemos cómo se promueve que el sexo del hombre y de la mujer no viene
determinado por la naturaleza sino por una opción personal.
4. En antiguos estudios psiquiátricos,
la disforia de género, es decir, el rechazo al propio sexo y la consecuente elección
voluntaria del género, hombre o mujer, estaba definida como una enfermedad. Sin
embargo, a mediados del siglo XX esta enfermedad se suprimió de los catálogos de enfermedades y dejó de tratarse. Actualmente, la disforia de género, la elección del sexo, se ha
convertido en un elemento de distorsión para conseguir que la mayoría de los
seres humanos estén confundidos y sean más manipulables, aunque lo presenten como una opción de libertad.
5. La Sra. Chinchilla mantuvo que el
cerebro de la mujer es uno y el cerebro del hombre es otro. El tamaño es diferente entre hombre y mujer, así como su funcionamiento, y es importante porque tiene efectos en como se ven las cosas, las realidades en el día a día. Se puede afirmar que hay un cerebro
de varón y un cerebro de mujer, morfológicamente está claro, y existen estudios científicos que lo demuestran.
6. En estas luchas humanas y sexuales,
se ha concretado la existencia de un elemento nuevo, la tristeza de la mujer
profesional, pues la mujer después de querer mimetizar al hombre y
rechazar la maternidad por medio del aborto y otros métodos, está sola, sin hijos,
soltera o divorciada.
7. Citó a san Josemaría Escrivá, del
libro Conversaciones punto 87: La mujer está llamada a llevar a la
familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es
propio y que sólo ella puede dar. Esto no quita que pueda ser una buena
profesional en su campo, en la tarea que tenga asignada y desarrolle.